Cual relato en la Biblia escrito
cual testimonio tan divino,
un hijo malo, un hijo ingrato
que prefirió desviarse del camino.
Errores también cometí, yo
que abandoné mi casa y mi hogar,
en busca de dulces aventuras
salí hacia el mundo a vagar.
Con enojo y lleno de capricho
sin decir ni siquiera adiós,
abandone a mis queridos padres
que un día me los diera Dios.
A lejanas tierras fui a parar
en busca de un mundo de libertad,
sin saber que después de andar y andar
llegaría a vivir la realidad.
Sin contar con mis seres queridos
que me ayuden o un consejo me den,
solo, triste y sin amigos
un martirio me tocó padecer.
La tristeza y la soledad
que cada atardecer yo sentía,
era verme en la orfandad
sin padres y amigos, me faltaba la alegría.
Pero después de pocos días
se cansó de sufrir el corazón,
de la tristeza que día a día sentía
y puse a trabajar la razón.
Entonces avergonzado y triste
me puse a hablarle a Dios
a que me ayude y mi camino guíe
a regresar a mi nido de amor.
Con hambre y sed de perdón
volví la mirada hacia atrás,
hacia el hogar que mis padres me dieron
con cariño e inmenso amor.
Levanté mi cuerpo y mi alma
y de regreso a caminar empecé,
sin cansarme y sin perder la calma
hasta que a mi hogar llegué.
Arrepentido y triste
mil lágrimas derramé,
y es que amor tan grande no existe
como el que en mis padres encontré.
Perdón les pedí a ellos
y con un abrazo hacia ellos corrí,
sentí de nuevo el calor de sus pechos
y lo malo que hice al partir.
No crean que tan bueno haya sido
y me avergüenzo por lo que hice,
porque con mis padres más he tenido
que lo, que saben dar los placeres.
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